Y tan solo somos carne de cañón,
presa de nuestras debilidades,
que jamás llegamos a alcanzar la perfección,
ni aproximación que se le iguale.
Y yace el alma despojada,
buscando tus palabras,
tu sonrisa, tal vez,
una mirada,
una tarde, un café,
una sábana enredada,
dos cuerpos con ganas,
tras cerrar la madrugada.
F
miércoles, 23 de junio de 2010
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